TOALLAS QUE NO SECAN

La democracia no está ahí por sí sola. Tenemos que trabajar juntos por ella una y otra vez, todos los días.

Angela Merkel

  • 9 octubre 2021

Incompatible con la felicidad del pueblo, en esta era electoral que no democrática, recurren a todo tipo de truculencias los antifaces de la dictadura. La aceptación de estos abalorios sugiere a primera vista un electorado pecador, amén del sentido teológico, por la reincidente actitud de escoger individuos que aterrizan en la política, bien faltos de expediente, bien desconocedores supinos de la teoría, que se alzan con el santo y la limosna. El electorado actúa con dosis altas de pendejismo; ansioso de escuchar soluciones, así sean estúpidas, termina aceptando las ganadoras, entendiendo por tales las repetidas ad infinitum, de corte totalitario, convertidas en discurso único.  

Elegimos para la república a los conspiradores que persiguen aniquilarla. Entre Catilinas y Cicerones, favorecemos a los primeros. Atravesamos el pasillo del supermercado escogiendo las toallas por color o brillo, no porque secan. Porque contrastan con la cerámica, sin reparar en el rizo de sus bucles o su contenido de algodón. Y así nos va… ¿Cómo esperamos resultados diferentes sin mirar las etiquetas?

De forma similar, reclaman “verdadera democracia” los troyanos locales. Aceptamos ese membrete de proyectos que miran codiciosos los totalitarismos criminales del siglo pasado. No hay democracia, necesita repetirse hasta el hartazgo, donde no se garantice pensar distinto, donde el individuo esté debajo de cualquier absoluto homogeneizador, sea de raza, religión, clase social o filiación política. La democracia es el otro nombre del estado de derecho, no la falacia de “libertades y derechos”, porque si la ley no jerarquiza el Derecho, siendo todos ellos homólogos, imponen al titiritero que las sujeta.

Los enemigos de la sociedad abierta de Popper, la democracia liberal, poseen genoma totalitario.

Octubre volverá. Velado mensaje del maoismo mariateguista. Parque de El arbolito. Quito 4 de octubre. Foto Tweeter

En la esquina roja, quienes en octubre 2019 intentaron la subversión y responsabilizan de su sangrienta algarada al gobierno. Que tiraron la piedra y escondieron la mano, confundiendo inocencia con impunidad. Aquesta les otorga patente para desafiar al Estado, exigiendo avieso sometimiento a su línea doctrinaria. Suman a la reciente declaración de oponerse a todo proyecto legislativo la negativa al diálogo, vieja maniobra de opimos réditos si viene acompañada de un liderazgo incontrastable. Naufragio inminente cuando la cabeza arroja hedores de confrontación, la tiñen manejos indelicados desde la legislatura o cohonestan la incalificable invitación a robar. Cuentan con el guiño del correísmo, que los “armó” entonces y los aúpa ahora. Su fuerza organizativa, piensan estos, reemplaza ventajosamente las Legiones Sanducheras, diezmadas en el tupido bosque de sus delitos.  

El indigenismo mariateguista, dispuesto a ser incordio de una democracia construida con ellos, sustituye el discurso de Pérez por “Agua” con el de Iza por “Gasolina” y poco más. Ni su fracaso con Gutiérrez, con Correa, o la monotemática propuesta social arredra a sus adeptos que demuestran ser, más que fieles, disciplinados como una milicia.

La dirigencia es consciente de su poder y de la intencionalidad de sus acciones; no hay azar en sus movimientos. El ardid de acudir a palacio pacíficamente, mientras amenaza repetir aquel aciago Octubre, no contempla el recato: implica provocar, procura desestabilizar. La acción corrosiva de los “Pandora Papers” hace su labor de zapa, al grado de resucitar la mínima relevancia del candidato perdedor reclamando el poder como si fuese una indemnización. Les sirve para reforzar la labor obstructora y “luchar contra el neoliberalismo” puesto que, al afectar el prestigio presidencial, aleja la muerte cruzada y la posibilidad del referéndum.   

Están convencidos de ser el brazo armado de una idílica revolución. Allí esperan: acechantes, emboscados, anhelantes. El mensaje transmite su disposición a incurrir en el costo de una, sabedores que esa patraña equivale a guerra civil, siempre, al precio del dolor y la muerte de otros, un “otros” que alude al supuesto enemigo, pero involucra a los fieles que muerden el anzuelo de la cruzada.   

Captura de pantalla: facebook de Skull Force. Con video.

En la esquina azul, apropiados del biensonante reclamo de justicia, otra forma de erigirse en jueces de la moral pública, siniestras Sociedades Secretas1 guisan el llamamiento armado. A todas luces, se trata de un proceso de reclutamiento de connotación militar que remonta en el tiempo a un inicio incierto, de reciente data o de orígenes más remotos, donde reivindicaciones supremacistas se entrelazan con consignas apocalípticas, configurando un inconfundible discurso de odio que repugna.

Sólo de su ancargélica predestinación puede esperar la Patria la salvación de los males que “Skull Force” señala como causantes de la crisis nacional. Solo su espada flamígera, reputa, está llamada a extirparlos: liberará al Ecuador de pederastas, jueces venales y tinterillos, que escudados en los Derechos Humanos sueltan delincuentes. Exigen el uso de las armas para “hacer justicia por mano propia”.

¿Dónde arrumaron estos vestiglos los libros de historia? ¿Dónde enterraron los miles de años de civilización que nos preceden? No les preguntemos por leyes; no mencionemos en su delante los 3.700 años del código Hammurabi o los 2.500 de las leyes de Solón y Licurgo. No preguntemos por Leviatán, vayan a remitirnos a alguna remota república caucásica donde aposentó la Bitinia romana. Esta horda cavernaria propone retornar al “Far West”.

Hubo un bausán que trianguló armamento para la guerra de Irán y desvió esos embarques hacia la “Contra Revolución Nicaragüense”. Palafrenero de ese cowboy de opereta que fue Reagan, Oliver North estuvo presto a sacrificar su carrera militar en lo que entendió como un acto de patriotismo. Delincuente confeso, hoy preside la Asociación Americana del Rifle, importante instancia del poder real cuyo poderoso lobby financia principios, por así llamarlos, emulados por estas huestes criollas. Un robusto sargentón en traje de fatiga y carga completa, vocifera consignas patrioteras; quizás aspira a la misma recompensa.

No les falta la expresión macartista de perseguir al socialismo y al comunismo, de aniquilar ese enemigo cuando el ciudadano despierte a su llamado, antinomia del postulado democrático de tolerancia a las ideas ajenas, caza de brujas ¿Clausurarán la universidad que los estudia? Ni siquiera plantean que el dudoso “derecho” a portar armas entraña la advertencia de Hobbes y de estudios modernos, como del economista David Hemenway², que van en el mismo sentido. Las armas solo aseguran una sociedad más violenta, mayor siniestralidad, falsifican la defensa propia pues aumenta las tasas de suicidio o se usan, de “preferencia”, contra la propia familia. 

Todo en ellos es rocambolesco. Desde la mal disimulada alusión a los cuerpos de élite de la Gestapo (Totenkoft= Skull Force= Fuerza calavera) hasta la inspiración fascista de raigambre militar que evidencia, en las Fuerzas Armadas, su extendida filiación con esa nefasta ideología.      

¿Usted quiere aportar a la democracia ecuatoriana? Empiece por denunciar estas páginas inmundas que destilan las peores excresencias humanas. Permanezca alerta: el Ecuador merece algo mejor, equidistante de ambos perniciosos extremos.

Puntuación: 1 de 5.

1https://www.facebook.com/1922626857978093/posts/2967766993464069/?app=fbl

²https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-46206760

GENERALÍSIMO

No existe tiranía peor que la ejercida a la sombra de las leyes y con apariencias de justicia.

Montesquieu

Los sabios de la Grecia existieron: fueron siete. Y no fueron más por no estropear la mística y la hermética que encierra el “siete”; el número perfecto, vaya usted a saber por qué. El “siete” es totalizador. Así: siete las maravillas del mundo, como siete los mares, los pecados capitales y las virtudes cardinales. El número de la intelectualidad, la espiritualidad y, ¡horror!, también de la represión.

De los siete sabios, apenas si dos de ellos trascendieron la prístina categorización grecolatina, siendo los restantes ilustres, puesto que fallecieron, y, a la vez, desconocidos. Ellos son el polígrafo Tales de Mileto, hombre de destacadas habilidades en la física, la matemática, la geometría e incluso la legislación, y Solón de Atenas. La estela de éste recorre los créditos de otras tantas artes, el código que dio a su ciudad la paz, cimentó su economía e introdujo las categorías de lo que se conoce actualmente como la concertación, el diálogo social y la repartición de la riqueza.

Heródoto y Plutarco le dedican significativas páginas a su quehacer público, ponderando el reconocimiento que de sus contemporáneos recibió el estadista y legislador. Trazando similitudes con la vida de Licurgo, cuando propuso a Esparta guardar sus leyes hasta su regreso y jamás volvió, para el ateniense los historiadores estipularon un viaje extenso que duró, dicen ellos, diez años. En todo caso un período largo, como el de la guerra troyana, “para no verse obligado a derogar las leyes que había promulgado”.

Visitó las cortes importantes de la época y recaló en la del rico Creso, rey de Lidia. Las cronologías modernas han glosado este encuentro¹ como ahistórico, no obstante reconocer el ánimo persistente en los autores por entregarnos un relato ilustrativo sobre filosofía popular cargado de valores éticos. Esta incompatibilidad temporal la recoge Plutarco sin por ello abstenerse de reseñarla por ser “narración tan pregonada por la fama, contestada por tantos testigos,… conforme con las costumbres de Solón y tan digna de su prudencia y sabiduría” reafirmando no “desecharla en obsequio de ciertas reglas cronológicas”.

Según el relato, compareció Solón a pedido del rey y, contrario a maravillarse por la riqueza de la indumentaria, la pedrería y la ostentación de la corte, una vez enfrentado al rey, se mostró desdeñoso del aparataje. Creso insistió en exhibir sus riquezas al visitante y, verificado el ajuar, inquirió al viajero quién a su juicio era el hombre más feliz conocido. La respuesta desagradó al soberano; plebeyos que murieron con el reconocimiento de sus ciudadanos, hijos amantísimos fallecidos al dar exhaustivas muestras de amor filial, merecían ese reconocimiento. Para Creso, opinión no fincada en la acumulación de plata y oro resonaba necia y extravagante.

Esopo, visitante de la corte a la sazón, reconvino a Solón: “Con los reyes o se conversa poco o a su gusto”, le habría dicho; a lo que Solón repuso: “O muy poco o para su bien”. Los autores clásicos entendieron la tiranía como un desliz de la naturaleza teniendo los tiranos por mal común la necedad; incapaces de receptar críticas, propensos al desdén y la crueldad. 2.600 años después, el patrón que exige la adulación, el sometimiento, la obsecuencia, no ha variado. Correa bien podría cantar “bingo”, tabla completa, pues reúne todas en su ejercicio procaz.

En estos días se decidió a alcanzar cotas inéditas. No satisfecho de ser, a su sólo albedrío, el padre de la revolución, el ecuatoriano de más Honoris Causa (con un libro editado desde el poder por todo aporte a la intelectualidad, la verdad, ni qué evangelista), de interferir en los hábitos de fin de semana o las tendencias lúdicas del ciudadano, se ha erigido por arte del servilismo en Comandante en Jefe del ejército. No porque califique ningún crédito en estrategia sino por el prurito de cobrar venganza de quien, como a Creso, ha hecho recuento de razones superiores a su lujuria de poder o, como el edil, ha desenmascarado sus contradicciones.

El Generalísimo de nuestros ejércitos, ¿sufre algún trastorno de personalidad? Contestaremos que muchos. Su voluntad presenta los complejos del preescolar empecinado en ser tanto el dueño de la pelota como el comandante de bomberos, todo a la vez. El Generalísimo, ¿sabe la historia de sus pares? ¿Sabe quiénes otros pasaron por la cimera adición de ese dudoso título a sus nombres? Acaso sueña ser como ellos. Como Leonidas Trujillo y Francisco Franco, fascistas inveterados. Como Stalin o Kim Il Sun, comunistas sanguinarios.

Hace un año dijimos: el correato es fascistoide. Si hicimos hincapié en compararlo con Perón, la foto familiar remite al otro lado del charco oceánico. Tómese la Ley de Medios y se la encontrará concordante con la promulgada por Franco. La española de 1938 contenía la exigibilidad de registro de los periodistas, la posibilidad de sanciones, el seguimiento a sus fuentes de financiamiento, acápites englobados por las declaraciones contra la libertad “entendida al estilo democrático”. La historiografía franquista agrega que dicha ley no era sino traducción de la italiana de Mussolini. Correa no lo puede ocultar. Su inquisitorial empeño es objeto de la protesta unánime de quienes defienden la libertad de expresión y sus corifeos no hacen sino “pintar los labios del cerdo”, sumando disparates a su antología, empeñados en distorsionar el supuesto aliento en promocionarlos².     

De ser inválido el relato de Solón, Isaiah Berlin consigna la visión holística de las tiranías como producto de las corrientes históricas al recorrer treinta años de infamia³ que recoge ejemplos del origen errático de la política soviética, no tanto en sus lineamientos internacionales cuanto al interior del imperio. La caprichosa definición que, en última instancia, tenían las decisiones de policía para el ciudadano común. La ubicuidad que alcanzaron en las actividades públicas, en el arte y el pensamiento, los maniáticos berrinches del Generalísimo Stalin.

Dos peligros, dice Berlin, conspiran en todo régimen establecido por una revolución: el pregón excesivo de sus logros y el agotamiento de las expectativas. Hacen más lenta su marcha luego de dejar en  el camino instituciones, aliados iniciales, talentos que la fraguaron. Acabados los misterios gozosos de su advenimiento, la frustración se instala entre los vencedores. En medio de esas contradicciones exacerbadas, sobreviene el terror. La síntesis dialéctica que debía resolverse en progreso social recurre a buscar culpables al fracaso. Por falta de celo, por limitaciones en la praxis, el aparato colapsó. Porque el heroísmo se agota, el martirologio se extingue y los hábitos del pasado resurgen. El experimento, una vez audaz y espléndido, se desvanece ante la ola de corrupción y miseria. Este horror vacui se resuelve con el acaparamiento personal del poder. Más de lo mismo.

Los historiadores clásicos repugnaban de las tiranías y la guerra. Lecciones que no aprende el hombre.

¹ M Miller; Herodotean Croesus; Klio 61 (1963)      

² Respuesta a la embajadora del Ecuador en Buenos Aires: http://www.clarin.com/sociedad/cargas-prensa-Ecuador-Buenos-Aires_0_1634236775.html?ns_mchannel=ultimas-noticias

³ http://www.foreignaffairs.com/articles/70934/o-utis/generalissimo-stalin-and-the-art-of-government

NO TODO EL ORO QUE BRILLA

La política es un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir

Jacques Benigne Bossuet

En cabeza del pelotón, marcando un ritmo frenético, se adentró en el bosque berlinés el hombre a batir, el ganador de la medalla olímpica de la edición anterior. Entre sus inmediatos seguidores, Sohn Kee-Chung se dispuso a marcar el paso que imprimía Juan Carlos Zabala en solitario, pero Ernnie Harper, británico, le contuvo con fina percepción, con visión estratégica que compartida, generosa, cobra la dimensión inspiradora del olimpismo: “Deja que se agote. Tranquilo”.

Los primeros quince kilómetros tuvieron hegemonía del argentino que marchaba en cabeza a zancadas de gigante. El “ñandú criollo”, como conocían a Zabala, imprimió en Los Ángeles cuatro años atrás aquel patrón; solo, de punta a punta. Arramblando el entumecimiento que produce el ácido láctico, sobrellevando la sensación de peso creciente en el calzado. Volando hacia la meta esquiva a cada paso que vence el corredor, mientras las laceraciones se convierten en ampollas y revientan  ulcerando los pies. ¿Se cansaría el sudamericano? ¿O, por el contrario, repetiría su triunfal arribo? Al cabo del kilómetro 28 fue alcanzado y sobrepasado por los antemencionados. Zabala declarará con posterioridad que el nazismo olisqueaba sus actividades clandestinas pues conducía de Alemania a Dinamarca, donde residía, judíos encubiertos en frecuentes pasos de frontera. A ello atribuyó que la víspera sintiera sospechosamente condimentado su alimento y  haberse retirado, a diez kilómetros de la meta, con malestares abdominales.

La instantánea del podio contiene otra polémica de ese Berlín 1936 dominado por la propaganda. A ochenta años de aquella cita ecuménica, no faltan quienes, por las proezas del múltiple medallista Jesse Owens, todavía atribuyen a su país la victoria en los juegos. Alemania copó aquel medallero, valoración absoluta contra la errática opinión general.    

El podio de la maratón muestra los medallistas de oro, Sohn Kee-Chung, y de bronce, Nam Sung-Yong, con las miradas gachas mientras se entonan las notas sublimes del Kimigayo, himno del país ganador. Extraña postura que denota rechazo y protesta. Porque los ganadores no son ellos sino Son Kitei y Nan Shoryiu, atletas del Japón.

¿Galimatías? Podemos explicarlo: Son y Nan son la japonización de los nombres de Sohn y Nam, y otro tanto ocurre con sus apellidos. Sohn y Nam nacieron coreanos, pero la península es colonia japonesa. Los tratados de Kanghwa (1910) concedieron bases comerciales y abrieron la puerta a la expansión nipona con el vasallaje posterior. La ocupación territorial, y por ende administrativa, estuvo escalonada de atroces derivaciones. El invasor prohibió la lengua nacional, el uso de la vestimenta típica regional, celebrar festividades tradicionales y maniató la prensa a fin de controlar manifestaciones nacionalistas. La educación se impartía en lengua japonesa; se imponía valores considerados superiores; se anulaba toda identidad nacional. Y en ese empeño, las autoridades japonesas no tuvieron miramientos.

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Podio de la Maratón. Olimpiada de Berlín 1936

Llegada la foto a Corea, el diario Dong-a Ilbo editó la imagen eliminando del pecho de Nam Sung-Yong el sol japonés. Sohn Kee-Chung lo pudo encubrir con el retoño de roble que las autoridades olímpicas alemanas obsequiaron a cada vencedor. Acusados de subversivos, ocho personas fueron encarceladas; el periódico sufrió clausura por un año. Previo a la competición, los atletas hicieron lo indecible por aclarar la errata de sus nombres, infructuosamente. A Sohn Kee-Chung le correspondía como ganador de la maratón recibir un yelmo auténtico de la épica batalla que enfrentó a griegos y persas, pero Japón devolvió el trofeo como reprimenda a los insumisos maratonistas que tampoco concurrieron a la cena dispensada por la delegación a sus medallistas.

El crimen de Sohn Kee-Chung y Nam Sung-Yong fue exigir su identidad. Querer usar sus nombres, cobijarse en la bandera de su país y convertir su mérito deportivo en ejemplar de su entorno étnico y cultural. Por el lado de las negaciones, el rechazo a recibir una manera de vivir, por impuesta indigna. La resistencia a ser asimilados como muñecos de ventrílocuo, sujetos sin voz ni pensamiento propio. A protestar de los eventos magnos, donde mucho el oro de las vanidades brilla, que puedan con sus fulgores fatuos atenuar la afirmación del ser humano como único e irrepetible.

Ecuador 2016. Las tesis del correato de invalidar la representatividad de las agrupaciones de la sociedad civil hacen parte de su estrategia comunicacional de luenga data. Acababa su líder de parlotear en el Vaticano sobre sus estrechas visiones cuando sobrevino el terremoto que remeció tanto la costa ecuatoriana como la agenda gubernamental. Pero no han sido removidos los escombros que el manido argumento vuelve a enancarse en la cooptación política, evidencia cerril de no sólo no entender la democracia sino, además, desconocerla.

A despecho de su propio éxito, la izquierda que promovió las movilizaciones e introdujo la sociedad civil, claudicó llegada al poder. Como una oleada continental, replicó otras deposiciones de la Patagonia al Río Bravo. El activismo expeditivo demostró potencial de interlocución y configuró la tesis de que la gran amenaza de la democracia provenía de erosionar la participación ciudadana pues el enemigo corroe desde dentro. Cuando los presidentes hacen tabla rasa de controles y contrapesos, persiguen a la prensa y apartan toda oposición.

Esa sociedad civil pasó a la proscripción a partir del ascenso de quienes encaramó a palacio. Un siniestro entramado se tejió en torno de esas agrupaciones y de sus aliados internacionales. El club de la prolongada algazara socialista implementó tal cual las cortapisas de Turquía, China, Bielorrusia…; todos fascismos de tutela personal e institucional. Albarda sobre albarda, típico y tópico del talento burocrático, la operación de estas entidades ha debido enfrentar requisitos de reinscripción que a su vez contemplan profusión de condicionantes y leguleyadas. Desde la imposición selectiva a la intromisión arbitraria con reportes públicos, rendición de cuentas (allí sí), auditorías y limitaciones a la libre expresión y asociación. Más burdo imposible, el micrófono de la difamación no se ha detenido en la honra ni el apóstrofe cuando, tratándose del monitoreo de medios o de elecciones, alucina con complots del imperio, o alienta las incondicionales piaras de trolles que motejan como agentes de la CIA a periodistas o representantes del que fue llamado en su apogeo el “tercer sector”.

No alcanza con impugnar el país de origen de los fondos. En el pasado tuvieron la misma procedencia y muchas conquistas sociales no habrían sido posibles sin su ayuda; la lucha continúa en tanto exista quien reivindique derechos. Omiten la existencia de la “Promoción del Derecho de Libertad de Reunión y Asociación en las Américas” que en 2011 adoptó el Pleno de la Asamblea General de la OEA. Ella reafirma el derecho individual y colectivo de solicitar, recibir y utilizar recursos con el propósito de promover y proteger derechos humanos y libertades fundamentales. Previamente la OEA había instruido a sus países miembros de abstenerse en restringir la financiación de organizaciones de Derechos Humanos.

No extraña que Long pierda en Ginebra por goleada.

Ayer centró el compromiso en el activismo democrático, la denuncia de la represión. Hoy las plataformas desempeñan un rol crítico del desarrollo sustentable. ¿Quién puede en nuestras sociedades financiar la acción de grupos civiles? No sólo nos falta tradición filantrópica; simplemente carecemos de recursos. Son posibles merced a donantes donde la democracia está institucionalizada y se expresa solidaria al promover derechos y  libertades. En esa materia los alegres compadres de la prolongada algazara socialista hacen esfuerzos denodados por imponer su jerigonza política, cuando otros líderes arriban a consensos sobre el tema: la democracia liberal no es perfecta, pero es herramienta superior que ofrece la civilización para avanzar en derechos. El socialismo no correista¹ admite estar de vuelta de la visión castro-stalinista y asienta el pluralismo como requisito de la democracia. 

 Porque no es suficiente ganar elecciones. Esa representación está ceñida a la norma; está atada por la ley. Espacios donde el individuo es excepción, siempre.

¹http://4pelagatos.com/2016/07/07/enrique-ayala-estatizar-la-sociedad-no-es-socialismo-es-fascismo/

POLVO BAJO LA ALFOMBRA

Hay comunistas que sostienen que ser anticomunista es ser fascista. Esto es tan incomprensible como decir que no ser católico es ser mormón

Jorge Luis Borges

La última dictadura militar, por acreditar algún aporte a la cultura, por reblandecer su carácter contrario a la civilidad o por justificación tan prosaica como un superávit no devengado en el presupuesto, lo cierto es que se encontró el año 1978 desplegando una faceta inédita de promotor del arte. Convocó a la ciudad de Quito un Encuentro Iberoamericano de Escritores, a la usanza de los cónclaves castristas de la década pasada, teniendo de beneficiario editorial un sello que usó el evento como plataforma de lanzamiento en el país: Círculo de Lectores. El anfitrión comercial fungió de mecenas literario, posando en el imaginario popular su firma como una casa librera de primer orden, con la promesa de fomentar la lectura, haciendo hincapié en la latinoamericana.

La ciudad se estremeció. La intelectualidad del continente visitaba la capital; su prestigio irradiaba otro tipo de reconocimiento y otro tipo de luz en los techados de esta cartuja americana. Llegarían figuras cimeras de las letras, lo que mereció el seguimiento puntilloso de la prensa. ¿Cuántos conocíamos de ellos? Oíamos muchos nombres por primera vez. ¿Qué habían escrito? Ya lo averiguaríamos. Quito era Atenas. Selectos hombres de letras de España y el continente apuntalaron con su presencia los créditos que la imaginería, el artesonado de sus templos y la arquitectura colonial habían merecido el reconocimiento de Unesco para erigirla como Ciudad Patrimonio. Lo iba a ser ahora por albergar la crema y nata de las ideas.

Los medios especularon en torno a los convocados mientras en las universidades resaltaron el privilegio de la ocasión. Cuando se anunció el arribo de Ernesto Cardenal, la bula del partidismo consagró la jornada para acudir al recibimiento del poeta de la revolución.

¡Todos éramos sandinistas! A la indignación reverberante de saber un territorio americano en las garras de una dinastía delincuencial, a los ecos de un pueblo explotado y oprimido, sumaba la causa nicaragüense las embajadas de sus poetas y trovadores. Mejía Godoy recorrió previamente las aulas derrochando la simpatía del pueblo de Rubén Darío y su verso telúrico. Sus tonadas vinieron para quedarse; las chicas nos “suliveyaron” con sus “perjúmenes” y las tribulaciones del “ñajo” que salió a comprar una libra de clavos y un formón nos pertenecieron con auténtica familiaridad.

Arribó en medio de vivas y hurras, augurios de la próxima victoria sandinista. Hermanadas al compartir el mismo aire anodino de la capital, tremolaban las banderas de las distintas facciones. Chinos y cabezones no guardaron otra preeminencia que las consignas a voz en cuello que, por ser las mismas, los fundían en abigarrada consonancia. Cardenal, sacerdote, poeta y guerrillero, exhibía barba y boina, canosa la primera de sabiduría y edad. Para la iconografía revolucionaria, el tonsurado era reminiscencia del jifero de Santa Clara. Cuando no reencarnación, émulo, no obstante su bonhomía franciscana.

El despliegue vocinglero de la izquierda ha sido estrategia de ocupación que ve en el territorio de la cultura la oportunidad de ligar la dialéctica del número con la verdad revelada desde la doctrina. Para reclamar su pretendida superioridad lógica y ética, rasgo que comparten fascismos y populismos, con el agravante que los marxismos esgrimen este garrote dialéctico como sustituto a la lucha de clases, como síntesis de las premisas sociales que no han decantado favoreciéndola. Reducen la verdad al escrutinio cuando esta llega callada, sin aspavientos, la más de las veces. A pesar de su propaganda que ha posicionado persistente la estulta especie del monopolio del pensamiento y lo diluye en oprobiosa censura. Que arrambla el pensar distinto y el expresarse diferente.

Incapaces de establecer agenda, esgrimieron como recurso el desdén, deslizando bajo la alfombra aquellas figuras no alineadas en la condescendencia. Magnificar al nicaragüense, autor de propios méritos, perseguía opacar la presencia, aquel día, en el mismo lugar, de otro egregio personaje. Por el postigo de la estación aérea, del brazo de María Kodama, nuncio de la disidencia anti populista, contestatario del embrutecedor gregarismo, minusválido, pisaba territorio ecuatoriano la figura desgastada y señera, y ciega, de Jorge Luis Borges.

Se escogió Quito por los días de júbilo popular con que entonces saludaba la ciudad la ahora malquista fundación española, desfalleciente en la asfixia desde que se impuso el número a la tradición taurina, varias veces centenaria. Fiesta presidida por la sonrisa y personalidad de una quiteña, Lucía Burneo, llamada a trascender la belleza juvenil y merecer la presea de la votación popular, burlada por la infame patota correista que entronizará al truculento “congreso de los manteles”.

Llegó en los días cuando los analistas forenses escarnecían la memoria del hombre con las cifras del suicidio fanático del “Templo del Pueblo”, en Guyana, entre los seguidores del reverendo Jim Jones. Pilas de cadáveres putrefactos cubrían otros en demente frenesí de muerte. Descomposición de que no escapó la millonaria fortuna de la secta, escamoteada al vaivén del morboso recuento.

Cuando en la inestable Bolivia, Padilla Arencibia se proclamaba presidente y anunciaba elecciones para el año siguiente. Cuando sobre la crisis nicaragüense, mientras el gobierno de Carter insistía en una mediación, abanderaba la tesis del bloqueo comercial del somocismo la cancillería de Venezuela.

La carga del intelectual es inmensa. Su ascendiente es enorme, en proporción inversa al esquivo reconocimiento. Él discierne las luces tras la opacidad, la verdad tras la evidencia y advierte los abismos acechantes. Cuando yerra, nos equivocamos todos; de allí la severidad del juicio que aquilata o desprestigia su palabra. Y Borges tuvo yerros; como político, contrastes.

Empeñado en el purismo literario, propugnó escribir siempre ajeno a toda ideología, aunque no se haya sustraído de ella para entregarnos alalimón junto a Bioy Cazares, el cuento “La fiesta del monstruo”, título que referencia inequívocamente la vibrante novela de Vargas Llosa, borgiano confeso.

Borges tuvo devaneos anarquistas. Adhirió al yrigoienismo y militó en sus filas sin trascendencia. Se enemistó desde los inicios con el peronismo y terminó afiliado al conservadorismo en 1963. Errático, su protagonismo apunta al sujeto tímido que siempre fue; el estoico aferrado a la preceptiva de Séneca, sea huyendo de la turba, sea escapando sistemáticamente la aclamación laudatoria, sea en pertinaz negación personal de su mérito literario; nos baste recordar que se decía orgulloso de lo leído antes de cuanto había escrito. Hace parte de este recuento su desprecio por el Nobel, al que tantas veces fuera nominado. No haberle otorgado sus laureles será baldón de la Academia sueca, en la dimensión de la omisión de Tolstoi.

Borges aplaudió la dictadura de 1976. Vio en ella una alternativa de orden frente al fascismo peronista y así lo declaró, horrísonamente, a Cambio 16 de España: “le dije (a Videla): He venido a agradecerle personalmente lo que usted ha hecho por la patria, salvándola del oprobio, del caos, de la abyección en que estábamos, y sobre todo de la idiotez”. Su sambenito llega de contrabando en el alijo de la condecoración que le impuso el abominable Augusto Pinochet. Esa, identifican sus biógrafos, sería la causa de haberle negado el mayor reconocimiento de las letras mundiales.

Condenó las dictaduras en términos certeros, en contradicción con las adhesiones de marras. Expresó: “Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomenten la idiotez.” La idiotez empavorece a Borges.

Repara en la ambigüedad de sus expresiones y suscribe, de regreso del ditirambo (Marzo de 1981), un remitido junto a Sábato donde exigen la aparición de las víctimas, suprimir la persecución, liberar a los detenidos… No contó con las reparación de quienes le colgaron el membrete de fascista.

Obsérvese el contraste con el caso de Neruda. El chileno, recordamos oportunamente, había sido exégeta de Stalin. Llegó a llamarlo en las endechas que le tributara “cíclope del Kremlin” y, quince años después, que no cinco, agrega en sus memorias con descaro inigualable haber “aportado mi dosis de culto a la personalidad, en el caso de Stalin”, cobardía inetelectual al servicio «de la causa”. Valga consignar la diferencia sustancial entre los crímenes de Stalin y los de Hitler: el primero los cometió contra su propio pueblo, del que se hacía llamar “padrecito”, pero ganó la guerra. Anteayer celebraban el natalicio nerudiano las redes y medios sin decir palabra sobre su obsecuencia cerril.

Como desagravio, Quito cuenta con la Posada del Pensamiento Borges¹ que refrenda la universalidad del bardo y, desde 2011, la Universidad Católica mantiene las Lecturas de Literatura Latinoamericana, especializada en Borges², inspiraciones que recrean aquella luz que llegó de las sombras.

¹ https://wikiborges.com/

²http://www.puce.edu.ec/sitios/documentos_DGA/10_23_2302_2011-01_13009_0501513592_T_1.pdf mamafla@puce.edu.ec

RITUALES DE RENOVACIÓN Y RESURRECCIÓN

La cultura surge en forma de juego

Johan Huizinga

El antiguo Egipto tiene entre los fascinantes jeroglíficos, la yacente rigidez de sus momias, el milenario legado de dioses y pirámides, un ritual a tono con estos principios de año: el festival Sed o Heb Sed, fiesta y alegoría de regeneración del faraón.

Remontan su antigüedad al período predinástico, permaneciendo ocultos los detalles que envolvían la ceremonia. Lo que conocemos se debe a los testimonios de relieves en las tumbas y templos que fueron testigos del mismo, así como a los edificios votivos que se erigieron con el propósito de resaltar esta suerte de prueba atlética a que se sometía el faraón.

El festival Sed fue un acto público establecido para renovar la energía vital del rey. La religión egipcia, centrada en la eternidad del alma, concibió esta derivación como parte del entramado por el cual la divinidad concedía ese don anhelado de eterna juventud. El monarca experimentaba la ocasión de renacer; de restañar sus alicaídas fuerzas, mostrando al culminar el ritual, un presente revitalizado en oposición al paso del tiempo. Como apuntan los egiptólogos, el monarca recorría en cinco días la representación de su muerte y resurrección. 

El festival tenía lugar cuando el reinado cumplía treinta años, repitiéndose a partir de entonces cada década. Representaba la unión mística de los dioses con la nación, a través del faraón, cuya dualidad compartía ambas naturalezas.

Durante las ceremonias menores, el faraón alternaba su investidura como señor del Alto y Bajo Nilo, mudando la caracterización indumentaria y ocupando alternamente una de las dos capillas ubicadas a los extremos del terraplén construido entre ellas. El acto culminante debió ser la carrera de obstáculos, presenciada por los súbditos, cubierta vigorosamente por el faraón entre las capillas. Luego, éste tomaba un arco, cuatro flechas, y las disparaba a los puntos cardinales proclamando el misterio de su resurrección, su calidad de protector de Egipto, y volvía a ser entronizado.

Aparte de las pinturas y relieves, se erigieron peculiares palacetes para la posteridad. Llama la atención saber que los templetes existentes fueron construidos con restos de aquellos levantados  previamente, a manera de votos de renovación o promesa de cambio.

Ese espíritu se presenta en Enero. Menos magia, seguramente, pero en el juego de renovación, la cultura del mercado acicatea el subconsciente individual haciéndonos partícipes de nuevos propósitos, sueños de progreso y lábiles metas de consumo. Pero estamos ciertos de las restricciones presentes y que la prosperidad deberá postergarse frente al cuadro general que nos  arrastra ante las pérdidas de liquidez en la caja fiscal.

Los propósitos del correato, si los hay, serán incapaces de enmendar el rumbo trazado. La pronta decrepitud del régimen, su discurso repetitivo, parecen no tener freno en su derrota. Resurgía en los procesos electorales; ahora los rehúye para vivir de glorias pretéritas. Apocado desde el desafío de Yasunidos que supo maniatar, zarandeado en febrero de 2014 con las principales alcaldías en opositoras manos, encontró el subterfugio para escamotear la consulta a propósito de las enmiendas. Obtuso, esgrime otras nuevas en taurino desplante. El procedimiento de la consulta era el último camino que restaba para encubrir, con arreglo al principio democrático de la participación, sus dislates autoritarios. Decidió darse un tiro en el zapato.¹

Mientras la comunidad europea y el mundo muestran preocupación ante la propuesta polaca de promulgar una ley para controlar la prensa, el gobierno se ufana de su sistema inquisitorial y lo amplía, tomando para su dudosa honorabilidad el atributo de sancionar al usuario de redes sociales. Contrario a lo que dispone la ley, en acto demencial, instiga al linchamiento público contra los tuiteros² que desplegaron los nombres de funcionarios que gozan de su privanza. Para configurar la balandronada, los alienta a recurrir a su justicia instrumental en lugar de allanar la vía y calificar las denuncias. Valga agregar que la ley polaca la patrocina la extrema derecha de ese país.

Al criminalizar la protesta consiguió lo que en Ecuador los grupos económicos más recalcitrantes no gozaron en los precedentes veintiocho años de democracia: el control social. Al impedir que la política interfiera con sus estupendos negocios, los grupos monopólicos contemplan su sueño realizado… ¡en nombre de la gobernabilidad! En el de la transparencia, debiéramos saber si la izquierda ha cambiado sus postulados a los de la Real Politik o sigue siendo neoliberal malbaratar los campos más importantes de la producción petrolera, vender las gasolineras de Petroecuador, subvencionar la extracción de Schlumberger. Si es entreguismo contratar créditos en términos de usura internacional (traicionando a la Patria, para usar la terminología del Correa candidato), llave en mano con la China, o pavimentar en simples términos un acuerdo futuro con el FMI. En otras palabras, saber si su izquierdismo retórico es nomás fascismo.   

Y así pueden desfilar los rasgos del viejo correato no susceptibles de renovación. Para 2016, la barca de los empeños personales bogará contra la corriente de este régimen decadente atrincherado en su torre de marfil.      

¹http://latinamericagoesglobal.org/2015/12/democracy-undermined-from-within/

²https://twitter.com/lourdestiban1/status/686965453395259392

IDENTI-KIT DE UN FASCISTA

No existe más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo.
Oscar Wilde

Pinochet no fue un fascista. Según los rigores de quienes han intentado categorizar el fascismo, no lo fue. A su dictadura le sobraron militares. Militares en todas las gobernaciones de las provincias chilenas. Militares en la mayoría de las carteras de estado. Militares incluso en la dirección de las universidades, el servicio diplomático, la cultura. Militares a porfía, de tal manera de configurar una dictadura de corte institucional y corporativo. Lo que cabe bajo el término, dos reales eufemismo, de “pretorianismo”. Enormes dosis de autoritarismo, si el autoritarismo pudiere concebirse en dosis.

Quienes han estudiado el fascismo encuentran características que dictaduras como la franquista o la chilena no cumplen y excusan a esos regímenes del pesado sambenito.

Consideremos la evidencia lingüística: el fascismo es un vocablo que en política no tiene consistencia. Los haces (faces en italiano) consulares son uno de los tres símbolos de la república romana; símbolos del poder junto a la toga viril (la pretexta) y la silla curul. Roma entregaba los haces consulares a sus generales como símbolo de la delegación para hacer la guerra, para en su nombre construir el brazo armado de la república. Curiosamente, los haces forman parte del escudo ecuatoriano y poseen la misma connotación.

No proviene de una corriente filosófica ni se le ha concedido epistemología. No se corresponde a procesos económicos. Sus estudiosos le atribuyen dos fuentes principales: la guerra europea y el bolchevismo (Nolte). Ni siquiera ha surgido a su conjuro un corpus sociológico o un tratado de economía política, como en el comunismo o el liberalismo. Emerge de una curiosa amalgama de vertientes dispares donde no falta quien encuentre reflejos de pensadores como Spencer y Nietzche; de tratados psicológicos como los de Le Bon; del aparecimiento de ciencias novísimas, como la incidencia en las masas de la publicidad, de Sorel. De racistas como Gobineau y aún de geniales músicos como Wagner, devenido en teórico del arte.

El fascismo surgió como respuesta a la estrategia de choque del comunismo al que equipara en la disputa de las calles. Nos remite a la postguerra de 1918, con su secuela de afinidades pro soviéticas y de países desmembrados. De identidades nacionales desarraigadas a consecuencia de los acuerdos que dieron fin a la conflagración; de la abdicación de muchas testas coronadas. Al reparto del botín que no reparó en cuestiones de lengua, cultura o raza, y será galvanizado de manera certera por el nazismo. Tales las estrategias triunfantes inmediatas al trauma de la derrota: asalto al poder de los comunistas que sumieron a Alemania en el caos de la “espartaquiada”, por ejemplo. Una suerte de sans- coulottismo desbocado que no requiere tomar la Bastilla, pues se halla en posesión de las armas como consecuencia de la guerra que ha terminado.

Pero dichos criterios taxonómicos equivalen a crear un club; limitar el ingreso a los nuevos socios por al capricho de la letra chiquita del estatuto. Excluir a esforzados cirineos de esas tristes prédicas por la caprichosa geografía que lo reserva para el otro lado del Atlántico, deja esos esfuerzos en deuda. Existieron aproximaciones teóricas, construcciones y procedimientos de llegar al poder como consecuencia de aplicar la receta exitosa de Mussolini o Hitler. De una y otra vertiente surgieron émulos y las desemejanzas podrán atribuirse a los particularismos nacionales donde llegaron a levantar pendón.

Citaremos el caso del G.O.U. (Grupo Obra de Unificación) argentino, logia secreta al interior de esas Fuerzas Armadas, de cuyo “Plan de acción” fuera responsable Juan Domingo Perón. El general, admirador confeso de Mussolini, en sus varios ejercicios del poder, implementó las líneas maestras del italiano: corporativismo, manipulación de masas obreras, encarnación de la voluntad nacional, homologación del pensamiento. Aun cuando sus períodos 1946-52, 1952 hasta ser derrocado en 1955 y el que tuvo lugar desde 1973 hasta su muerte, proviniesen de las urnas, testifican también la repugnancia que sentía por la democracia de equilibrios institucionales y contrapesos; de independencia de poderes. Al trazar una línea paralela entre el ascenso de los “camisas negras”, los “camisas pardas” y el G.O.U. se hallarán muchas similitudes.

Perón erigió un esquema de poder fincado en la postrera discrecionalidad de su pensamiento sobre todos los temas nacionales de su larvada dictadura. Los regímenes afines al totalitarismo lo requieren: sin dictadura, sin tiranía, son simplemente inconcebibles. Y para no dejar cabo suelto, digamos que en temas de economía, el fascismo fue intensamente anti-capitalista y extendió profusamente la empresa estatal.

Veamos como construyó ese azote de la Argentina que se dio en llamar justicialismo. Desde su arribo a la Secretaría de Trabajo y Previsión, resuelto a invertir en su provecho personal la organización de los sindicatos obreros para- estatales, apeló sin remilgos al escrache, el “patoterismo” y otros expedientes gansteriles. El secretario de estado convertido en candidato, como resultado de la presión de los “descamisados” en Plaza de Mayo, al volverse las tornas de su confinamiento y destitución, hizo la campaña con el apoyo desembozado del recurso gubernamental. A más de su elocuencia de tarima, sus adherentes eran aquellos desencantados por la permanente falsificación política del período conservador. Perón acusará a todos los partidos de la situación política y descalificará a sus contendientes, con el asertivo beneplácito de los electores.

El recurso conocido de descalificar la democracia por su contenido formal y negarle acto seguido cualquier representatividad, se asemeja a la campaña ecuatoriana de 2006-07. Quien gobierna se negó a participar de la “payasada” de postular candidatos al congreso, para luego degradar, entronización de los “manteles” de por medio, su propia corte de fámulos y saltimbanquis.

Cuando el golpe de estado de Ramírez, y luego Farrel, sendos lineamientos filo fascistas propuestos por el G.O.U. tuvieron sanción de la ley, todos orientados al control social. En Diciembre de 1943 apareció la reglamentación del periodismo y la radiodifusión. La conformación de la C.G.T., la central obrera argentina, debe interpretarse como la cración de una herramienta con el mismo propósito. Farrel, en el interregno, intervino las universidades y se deshizo de los profesores desafectos de su antiguo ministro en las vísperas de la asunción del recién elegido.

No se ingresa al fascismo con un número de muertos ni causando una guerra. Ni tiene una gradualidad en atención a los exiliados que se han visto forzados a dejar la patria. Ni siquiera es suficiente partir del sistema económico, pues ha existido siempre un fascismo de izquierda.

Compartieron con el comunismo la agresión, el atentado, el garrote, como práctica de ablandamiento político. Compartirán los procesos sumarios, el escarnio del individuo, los confinamientos, el direccionamiento de la justicia, la incursión metódica en la intimidad; allí reside la gradualidad. Implementarán congresos obsecuentes, un aparato estatal de delaciones, fijarán los rumbos públicos desde burós políticos y círculos de poder. En suma, una interminable lista surgida al calor del ordenamiento en que el estado tiene preeminencia sobre el ciudadano. Dónde la raza, los compañeros de armas, los facciosos o el proletariado ocupan la cúspide de la escala jerárquica. Donde se hace lo que manda el líder.

De reciente aparición, el libro “De Velasco a Correa” de Carlos de la Torre sobre el populismo en el país, construye una tesis fuerte que hace especial hincapié en las características personales del caudillo, su perfil psicológico y la relación umbilical que establece con el pueblo. Una relación enfermiza que toma tesis de Erich Fromm respecto del surgimiento del nazismo en particular y de los totalitarismos en general. En Fromm estas apariciones son propiciadas por períodos decadentes, donde se inscribe la crisis de 1999. La secuela de desmembramiento de la familia, de quiebra económica, de abatimiento general, operan como agentes germinales. El individuo vencido, con un peso de responsabilidades que exceden su capacidad de respuesta, se ve a sí mismo como ese “paria que el destino se empeña en deshacer”, según lo describe el famoso tango. ¿Esto ocurrió con el Ecuador? Lo creemos así.

Tanto el sujeto como la sociedad, sometidos a la perversa manipulación de su suerte, se convierten en desvalidos. Buscan refugio en una figura paternal, un pararrayos poderoso que actúe en la desgracia como escudo frente a la tormenta; un guía resuelto que posea todas las respuestas. De la Torre ha establecido muy bien ese carácter paternal; el líder desempeña el rol del “pater familias” de todas las familias e, imbuido de este papel, se mira imprescindible. “La tarea de un padre no acaba nunca”, recalca de la Torre, y a partir de ese señalamiento podemos comprender el ciclo recurrente de la tarea inconclusa. La campaña permanente que prepara las siguientes elecciones, la sucesión de ajustes tributarios, la reelección indefinida, la obra física que nunca es suficiente, la contratación desenfrenada que responde a sentidas aspiraciones de la comunidad, convenga o no.

La sociedad crea el perfil del candidato. Como viene ocurriendo, excepción hecha de Mahuad, 2006 fue también el año del outsider. ¿Se corresponde a un fascista?. Así mismo, nos parece haber reunido las suficientes evidencias en cuya comparación incurre y lo confirma. Piadoso eufemismo, preferimos llamarlo caudillismo: así operamos como sociedad. A diferencia del caudillismo, categoría de un país pre capitalista, anterior a la sociedad de masas, el populismo comparte un amplio espectro de la identidad política y barre los dos extremos ideológicos.

Perón, Franco, Pinochet fueron fascistas no obstante las excepciones. Lo suyo es susceptible de invertir los términos para expresar un concepto conmutable: escojamos fascismo pretoriano o pretorianismo fascista, nos dirán lo mismo. Aun cuando Nicolás Maduro se desgañite apostrofando de tales a sus opositores, el lastimoso presidente de Venezuela tiene “llenas todas las bases”, por decirlo en términos del béisbol, del decálogo totalitarista. ¿Qué diferencias presenta el venezolano frente a su par de Ecuador? Que éste todavía no ha armado a sus sicarios para que lo “defiendan”. Por ahora se conforman en llevar ramilletes de flores “envenenadas” a los opositores. En todo lo demás la inspiración castrista del modelo se ha reproducido fielmente sin llegar a eliminar la propiedad privada y los vestigios de libre empresa que subsisten en la economía.

Si desagrada la apóstrofe y no lo reconocen así, concordaremos en que, al menos, se aproximan. Muchísimo.