La democracia no está ahí por sí sola. Tenemos que trabajar juntos por ella una y otra vez, todos los días.
Angela Merkel
- Eduardo Villagómez
- @clis7enes
- 9 octubre 2021
Incompatible con la felicidad del pueblo, en esta era electoral que no democrática, recurren a todo tipo de truculencias los antifaces de la dictadura. La aceptación de estos abalorios sugiere a primera vista un electorado pecador, amén del sentido teológico, por la reincidente actitud de escoger individuos que aterrizan en la política, bien faltos de expediente, bien desconocedores supinos de la teoría, que se alzan con el santo y la limosna. El electorado actúa con dosis altas de pendejismo; ansioso de escuchar soluciones, así sean estúpidas, termina aceptando las ganadoras, entendiendo por tales las repetidas ad infinitum, de corte totalitario, convertidas en discurso único.
Elegimos para la república a los conspiradores que persiguen aniquilarla. Entre Catilinas y Cicerones, favorecemos a los primeros. Atravesamos el pasillo del supermercado escogiendo las toallas por color o brillo, no porque secan. Porque contrastan con la cerámica, sin reparar en el rizo de sus bucles o su contenido de algodón. Y así nos va… ¿Cómo esperamos resultados diferentes sin mirar las etiquetas?
De forma similar, reclaman “verdadera democracia” los troyanos locales. Aceptamos ese membrete de proyectos que miran codiciosos los totalitarismos criminales del siglo pasado. No hay democracia, necesita repetirse hasta el hartazgo, donde no se garantice pensar distinto, donde el individuo esté debajo de cualquier absoluto homogeneizador, sea de raza, religión, clase social o filiación política. La democracia es el otro nombre del estado de derecho, no la falacia de “libertades y derechos”, porque si la ley no jerarquiza el Derecho, siendo todos ellos homólogos, imponen al titiritero que las sujeta.
Los enemigos de la sociedad abierta de Popper, la democracia liberal, poseen genoma totalitario.
En la esquina roja, quienes en octubre 2019 intentaron la subversión y responsabilizan de su sangrienta algarada al gobierno. Que tiraron la piedra y escondieron la mano, confundiendo inocencia con impunidad. Aquesta les otorga patente para desafiar al Estado, exigiendo avieso sometimiento a su línea doctrinaria. Suman a la reciente declaración de oponerse a todo proyecto legislativo la negativa al diálogo, vieja maniobra de opimos réditos si viene acompañada de un liderazgo incontrastable. Naufragio inminente cuando la cabeza arroja hedores de confrontación, la tiñen manejos indelicados desde la legislatura o cohonestan la incalificable invitación a robar. Cuentan con el guiño del correísmo, que los “armó” entonces y los aúpa ahora. Su fuerza organizativa, piensan estos, reemplaza ventajosamente las Legiones Sanducheras, diezmadas en el tupido bosque de sus delitos.
El indigenismo mariateguista, dispuesto a ser incordio de una democracia construida con ellos, sustituye el discurso de Pérez por “Agua” con el de Iza por “Gasolina” y poco más. Ni su fracaso con Gutiérrez, con Correa, o la monotemática propuesta social arredra a sus adeptos que demuestran ser, más que fieles, disciplinados como una milicia.
La dirigencia es consciente de su poder y de la intencionalidad de sus acciones; no hay azar en sus movimientos. El ardid de acudir a palacio pacíficamente, mientras amenaza repetir aquel aciago Octubre, no contempla el recato: implica provocar, procura desestabilizar. La acción corrosiva de los “Pandora Papers” hace su labor de zapa, al grado de resucitar la mínima relevancia del candidato perdedor reclamando el poder como si fuese una indemnización. Les sirve para reforzar la labor obstructora y “luchar contra el neoliberalismo” puesto que, al afectar el prestigio presidencial, aleja la muerte cruzada y la posibilidad del referéndum.
Están convencidos de ser el brazo armado de una idílica revolución. Allí esperan: acechantes, emboscados, anhelantes. El mensaje transmite su disposición a incurrir en el costo de una, sabedores que esa patraña equivale a guerra civil, siempre, al precio del dolor y la muerte de otros, un “otros” que alude al supuesto enemigo, pero involucra a los fieles que muerden el anzuelo de la cruzada.
En la esquina azul, apropiados del biensonante reclamo de justicia, otra forma de erigirse en jueces de la moral pública, siniestras Sociedades Secretas1 guisan el llamamiento armado. A todas luces, se trata de un proceso de reclutamiento de connotación militar que remonta en el tiempo a un inicio incierto, de reciente data o de orígenes más remotos, donde reivindicaciones supremacistas se entrelazan con consignas apocalípticas, configurando un inconfundible discurso de odio que repugna.
Sólo de su ancargélica predestinación puede esperar la Patria la salvación de los males que “Skull Force” señala como causantes de la crisis nacional. Solo su espada flamígera, reputa, está llamada a extirparlos: liberará al Ecuador de pederastas, jueces venales y tinterillos, que escudados en los Derechos Humanos sueltan delincuentes. Exigen el uso de las armas para “hacer justicia por mano propia”.
¿Dónde arrumaron estos vestiglos los libros de historia? ¿Dónde enterraron los miles de años de civilización que nos preceden? No les preguntemos por leyes; no mencionemos en su delante los 3.700 años del código Hammurabi o los 2.500 de las leyes de Solón y Licurgo. No preguntemos por Leviatán, vayan a remitirnos a alguna remota república caucásica donde aposentó la Bitinia romana. Esta horda cavernaria propone retornar al “Far West”.
Hubo un bausán que trianguló armamento para la guerra de Irán y desvió esos embarques hacia la “Contra Revolución Nicaragüense”. Palafrenero de ese cowboy de opereta que fue Reagan, Oliver North estuvo presto a sacrificar su carrera militar en lo que entendió como un acto de patriotismo. Delincuente confeso, hoy preside la Asociación Americana del Rifle, importante instancia del poder real cuyo poderoso lobby financia principios, por así llamarlos, emulados por estas huestes criollas. Un robusto sargentón en traje de fatiga y carga completa, vocifera consignas patrioteras; quizás aspira a la misma recompensa.
No les falta la expresión macartista de perseguir al socialismo y al comunismo, de aniquilar ese enemigo cuando el ciudadano despierte a su llamado, antinomia del postulado democrático de tolerancia a las ideas ajenas, caza de brujas ¿Clausurarán la universidad que los estudia? Ni siquiera plantean que el dudoso “derecho” a portar armas entraña la advertencia de Hobbes y de estudios modernos, como del economista David Hemenway², que van en el mismo sentido. Las armas solo aseguran una sociedad más violenta, mayor siniestralidad, falsifican la defensa propia pues aumenta las tasas de suicidio o se usan, de “preferencia”, contra la propia familia.
Todo en ellos es rocambolesco. Desde la mal disimulada alusión a los cuerpos de élite de la Gestapo (Totenkoft= Skull Force= Fuerza calavera) hasta la inspiración fascista de raigambre militar que evidencia, en las Fuerzas Armadas, su extendida filiación con esa nefasta ideología.
¿Usted quiere aportar a la democracia ecuatoriana? Empiece por denunciar estas páginas inmundas que destilan las peores excresencias humanas. Permanezca alerta: el Ecuador merece algo mejor, equidistante de ambos perniciosos extremos.
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