VAMOS A CONTAR MENTIRAS

La democracia necesita de la virtud, si no quiere ir contra todo lo que pretende defender y estimular.

Juan Pablo II

31 Octubre 2019

Once días de destrucción. Once días estremecedores que dejaron perpleja a la ciudadanía. Teníamos como credo un manojo de verdades que se derrumbaron entre el fragor de las llamas y la vorágine de los acontecimientos. ¿Cómo ocurrió tanta sinrazón? ¿De dónde surgió tanta saña y perversidad? ¿Bajo que pretexto se atentó contra el patrimonio de la capital, del país? Justificar el vandalismo es hacer la apología del delito. No pedimos una declaración de corrección política, posiblemente nos dejase la misma insatisfacción por advertir el formato de la hipocresía, la hipérbole del eufemismo. Precisamos una razón válida de por qué banalizan la democracia que ha recorrido los últimos cuarenta años de vida política.

Recorramos el comportamiento de los tres sujetos de las revueltas: el gobierno, los indígenas y la sociedad.

Empecemos por decir que el Gobierno equivocó desde el primer día las consideraciones estratégicas para proteger los bienes y las personas. El FMI había advertido la peligrosidad del alza de combustibles, ¡el FMI! Además de la dislexia, fue torpe para el relato, lento a la reacción e incapaz en la labor de prevención. Debería ser condenado por estas muestras de ineptitud y, cuando menos, destituidos sus ministros del caos: Romo y Jarrín.

La confesión que arrojaron, como cáscaras de mandarina en bus interprovincial, de que no funcionó la inteligencia, nos retrotae al affarie de Angostura, cuando supimos que durante años la narcoguerrilla usaba el territorio nacional como refugio seguro al cabo de sus tempestuosas correrías. Certeza de desamparo porque los radares de la defensa resultaron antiguallas que guardaban reposo y dormían. Para neutralizar la toma de la capital, no tuvieron un mínimo plan operativo.

Se sucedieron escenas bufas. El primer día fueron atropellados en el redondel de Carapungo un par de policías y sus motocicletas, por la turba de choferes que paralizaron el aprovisionamiento de la vertiente norte. ¡Un par de agentes para detener la horda del volante, siempre dispuesta a manifestar su arrogancia! Vejados, escarnecidos como autoridad, fueron incapaces de retomar un punto neurálgico sino como producto de alguna escaramuza. A renglón seguido, una tanqueta del ejército apostada en la vía de Amaguaña/ Tambillo, para evitar el choque con la marcha, sola, solita y sola, se deslizó por el terraplén del anillo vial y terminó totalmente inutilizada en la banquina, con el tren delantero destrozado. En tanto, cultivos y florícolas fueron pasto del desenfreno destructor.

Pero el horror llegó con la quema de Contraloría. Abandonada como prenda de amor a “nuestros hermanos indígenas”, fue devastada e incinerada no una, sino dos veces. Ya se había dado la clarinada del primer ataque y no-se-hizo-nada; ¡cuánto amor del Licenciado! El centro histórico de la urbe agredido y violentado, el comercio saqueado y en algunos casos víctima de agresión y amedrentamiento, dejó esta triste conclusión: no hay Policía para los ciudadanos. Y las FF AA son comparsa: eso si, no dejaron de trenzarse, unos con otros, a trompadas, en las inmediaciones de palacio.

La represión fue poca y aislada ante la multiplicidad de la agresión, pero cuando apareció, mostró las costuras. Las motos lanzadas como arietes cubrieron de oprobio los operativos: ataques en “manadas” de motoristas se perpetraron contra grupos reducidos; contra parejas. Triste contemplar que hombres y mujeres fueron apaleados sin contemplación luego de haber arremetido contra su humanidad como fieras sedientas de sangre, arrogancia de cobardes consumados, donde no trascendía la confrontación. En contraste, sus jamelgos trotaban galantes por la 10 de Agosto, al otro lado de los desmanes, como disipado tiovivo.

Delincuentes disfrazados con el uniforme policial no sirven a la República.

Sórdido montaje la confabulación de Maduro. Si aquel patético monigote deslavazado llegase a ser el causante de las acciones de estos grises días, estamos ante una evidencia vergonzante: el quebranto de la seguridad es susceptible de doblegarse ante una “brisa bolivariana” inteligenciada por un débil mental. Poco contribuye a su prestigio la tesis de Romo; mucho en su desmedro. Los prendimientos de conductores de “Uber” en el aeropuerto, venezolanos y cubanos acusados por el régimen, desnudaron precipitación y repugnante xenofobia.

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Del lado del protagonista real, digamos que la brutalidad de la manifestación y de las acciones concomitantes, dejaron en serio predicamento al gobierno. Este, en el “Diálogo televisado”, no tuvo siquiera la dignidad del contendor. Una Capitis Diminutio resonó desde la bienvenida de Moreno y tuvo el previsible desenlace de cualquier transacción deshonrosa: aceptar las máximas aspiraciones de los subversivos. ¿Peligraba su permanencia en el poder?

Todas las adhesiones al movimiento en los años precedentes surgieron del reconocimiento a la legitimidad de su lucha. Puesto que el estado ecuatoriano no puede concebirse como las naciones- estado europeas del siglo XIX que identificaron una misma cultura, idioma e incluso raza, la plurinacionalidad reconocida en la constitución declaraba la pertenencia en doble vía de territorio y multiplicidad, y comprende a quienes deciden habitar este espacio como un conglomerado basado en el respeto recíproco. La CONAIE violó ese pacto de civilidad; lo rompió de forma que repararlo pasa por una dirigencia distinta a esta de micrófono y altisonancias. A estos Vargas que “mandan” cortar el flujo del petróleo, llaman a armar la grey para sustituir un ejército que no les obedece e, insolente como rancio gamonal, pretende deponer presidentes.

El carácter de la CONAIE había, hasta ayer, portado el mensaje de la propuesta. Se descubrió que esta agrupación clasista no lo es; que defiende intereses facciosos y se dispone a repetir las flamígeras amenazas de destrucción si no son complacidos sus líderes. Iza desconoció la responsabilidad de los atropellos que perpetraron en su avance a la capital apoyándose en premisas reseñadas en la historia de nazis y bolcheviques, justificándolo con la visión de sus propósitos reivindicatorios. La destructiva irrupción en las plantaciones, dijo, respondía a la criminalización de la protesta. Iza volvió a mostrar sus conflictos morales al calificar como violencia la cometida en su contra, costo productivo, de abonar U$20 dólares adicionales para cargar el combustible de su tractor. Quien posee un tractor no puede desconocer la transferencia que la sociedad hace en su beneficio, y menos concebirla, ante sí, como un derecho adquirido, inalienable, nato. Nos preguntamos si descubre violencia en los U$20 de multa que exige la Confederación a los runas de su provincia cuando no acuden, forzados, a apoyarle. La representación política, operando bajo premisas de club social (sin cuotas, no hay derechos), descalifica su accionar. ¡Poco democrático, ciertamente!

Aclaremos: el gobierno apeló al racismo para desacreditar a la dirigencia escandanlizando su patrimonio. Ninguno de ellos sobrepasa modestas cuentas en su haber y bien ganado lo tendrán: ¡fallaron ministra! No obstante, esos capitales esmirriados tampoco son de los más pobres entre los pobres; la representación que ostentan pierde también identidad.

Líderes díscolos saturan la nomenclatura de la confederación. Cabría saber si en elegirlos no concurre el caciquismo, el amaño e inconfesables intereses como el correismo, según declara Salvador Quishpe. Ha perdido democracia con una clase dirigente profesional, lo que en sí no es perverso, que implica una esclerosis adiposa prendida en sus estructuras, y la parcelación de la unidad. Esta unidad, resquebrajada bajo toda evidencia, rezumó en la invasión de la ciudad al elemento más agresivo. Permitió el protagonismo de la hez de la protesta: el lumpen delincuencial del correato. Las hordas de Collahuaso que encabezaron los desmanes, alardearon estrategias de guerrilla urbana y, exitosamente, aterrorizaron a la población. ¿Habrá percibido la CONAIE el desprestigio que le acarrea haber transado con el enemigo de antes? CONAIE no sufrió infiltraciones: contó con esa fuerza de choque desde el inicio. La sedujo el poder de fuego de su artillería casera, su dinámica para sembrar el terror en simultaneidad. La dirigencia apeló a ellos, en los socavones de la componenda, cuando concibió una alianza con quienes les traicionaron, pero ahora eran funcionales a sus intereses. El daño está hecho.

Y en medio del apocalipsis, la sociedad. Amedrentada. Indefensa. Desconcertada. Absorta, entre la incredulidad de Tomás y la ingenuidad del Cándido. Acumulando ira, rencor, venganza…

Ahora sabemos que el proyecto de democracia se ha vuelto una astracanada. Que han puesto en riesgo una mínima convivencia, con alguna mira de progreso. Acaso no podemos elaborar una abstracción civilizada aquí donde un dirigente de la importancia de Vargas nos refiere sus ínfulas imperiales de hacer prevalecer su voluntad por encima de cualquier ley. Louis Baudin, sociólogo francés, cuando se refirió al incario, habló de una “menagerie” de animales felices, acostumbrados al providente totalitarismo de una vida de esclavos sin preocupaciones. ¿Será el modelo de estado y la felicidad que nos depara?

Cuando un gobierno no está preparado para defender a la población; cuando está integrado por aquellos que entre sus antecedentes contribuyeron a quebrantar las instituciones, descalabraron un congreso electo, construyeron una institucionalidad espuria; cuando persisten los movimientos, se debilitan los partidos y sigue siendo el poder accesible a caudillos providenciales; cuando las urnas no castigan sino premian a quienes han contribuido criminalmente contra las instituciones políticas, ¿no estamos frente a una democracia fallida? Contra ella conspiran de todos lados los actores políticos, falsos demócratas, apostando agazapados al aparecimiento de estas llagas gangrenosas, de las que se acostumbraron a vivir. (Pienso en el canalla refugiado en Bélgica, al que le falló el golpe)

Voltaire embarcó a su Cándido a tierras de la América Meridional, imbuido tan solo de optimismo. Su débil carácter unas veces sostenía un concepto y siempre su contrario. Así Cándido sigue haciendo su camino en un país donde no aparecen los repúblicos pero lucra el oportunismo, el populacho aplaude rabioso cuando suben a la tarima, cuando roba pero hace obra, cuando… en fin. Todavía vivimos indiferentes en democracia, despotismo o dictadura, en el orden que sea, y tanto da ser gobernados o súbditos. Nadie los sabe diferenciar.