NOSOTROS SOMOS BUENOS

Todo se redujo a nada / y de eso va quedando poco

Nicanor Parra

26 Febrero 2020

Agosto de 2012.  Jujuy, en la provincia del mismo nombre, Argentina. El periodista Rodrigo Alegre, del equipo de “Periodismo para Todos” dirigido por Jorge Lanata, realiza tomas en un parque público para el programa que transmite los domingos Canal Trece de la Capital Federal. De pronto, reciben la visita poco amistosa de un individuo que dice representar al grupo Tupac Amaru, que dirige la activista social Milagro Sala. Son conminados a obtener la licencia del departamento de prensa de la agrupación para poder continuar con su actividad. Los periodistas resisten la disposición: al fin y al cabo, se trata de un espacio público al que deberían acceder sin restricciones de ninguna índole.

A continuación, acude en refuerzo del agente un piquete de activistas de la agrupación, identificados por la indumentaria, que insisten en la perentoria suspensión de las filmaciones y les obliga a abandonar la locación. Una vez han abordado el vehículo que los transportaba, el grupo agrede a los hombres de prensa y les arrancha los equipos, tanto personales como de la televisora.¹

Días más tarde, Lanata entrevista a Milagro Sala en medio de su cohorte, en el ambiente enrarecido de la sede partidaria (Tupac Amaru accede en esos días al estatuto partidista), donde la que debió ser una entrevista personal se convierte en comparecencia pública. Sala reconoce que hubo el hurto de los equipos, pide disculpas por el incidente y se compromete a devolver el material sustraído por sus seguidores. Culmina el episodio en medio de una coreografía pletórica de banderas, bombos y el canto futbolero de cuatro mil voces movilizadas en una hora al lugar que entonan atronadoramente: “Somos buenos, nosotros somos buenos, nosotros somos buenos…”. Espectacular. Intimidador. Deja vú de las marchas de Núremberg y la Plaza Roja.       

Los equipos nunca fueron devueltos.

Juego de espejos borgiano, el canto, donde la muletilla resuena “somos buenos”, quiere decir “somos pobres”, porque una y otra categoría han sido asimilados como sinónimo entre los elementos de la movilización social, reminiscencias bíblicas de por medio.

Si el relato busca una sugerencia, esta, inequívocamente, debe remitir a los hechos de Octubre. La similitud de las agrupaciones que los protagonizaran ofrece otros paralelos coincidentes: estructura política, liderazgo, manifestaciones populares… Estas últimas aparecieron en el país por vez primera con la violencia y la contundencia del incidente jujeño donde concurren la lógica de las redes corruptoras, con la pretensión de transferir la responsabilidad de los hechos al gobierno como causante de los desmanes, cínica impunidad a que se acogen los líderes de la CONAIE.

La excusa descuadernada de Iza deslinda el ritual de la violencia, la expresión de la fuerza, la prevalencia de la masa desaforada cuyos actos se justifican ante sí mismos. Arrogancia de hechos consumados, haciendo la vista gorda de los criollos y mestizos amparados en la protesta, como si hubiesen sido ajenos.

Suponemos que son también el fin de las manifestaciones orgánicas y la puerta para el tipo de protestas que surgieran en Europa luego de la crisis inmobiliaria del 2008-9 y cuyas características aparecieron en Chile y Colombia con brutalidad inusitada. Estos países conocieron atropellos prolongados de furia desenfrenada, en simultáneo con contextos tan diversos como los motivados en Pakistán, Cataluña o Inglaterra. La protesta de pueblo organizado, de líderes visibles, ha dado lugar a la explosión autónoma. Una dirigida desde los smarphones, protagonizada por una generación insatisfecha, cuya flama procede de otro combustible.

Aton_Chile

Los sociólogos se manifiestan incapaces de identificar otro móvil que la frustración. Una sociedad que se siente perdedora en el reparto, aun cuando Chile o Colombia hayan sido ejemplos de estabilidad, de crecimiento económico, de institucionalidad, refrendados en la sucesión de gobiernos de opuestos matices ideológicos, que preservan una democracia de libertades civiles y garantías constitucionales.

No obstante, deformaciones sintomáticas toman distancia del bienestar. En Chile, la respuesta del gobierno ante el deterioro de las instalaciones escolares llegó a la burda, a la desaprensiva reacción  ministerial de… ¡organizar una kermés para proveer el equipamiento necesario!² Deslindar la presencia del estado en la prestación de servicios, visión fundamentalista y neoliberal, en tareas como la educación que ineludible le atañe, atenta contra los principios de seguridad y solidaridad.

Si la información nos conduce a las AFPs, cuyas pensiones para gente honesta que ahorró toda la vida se han traducido en  míseras migajas frente a las lustrosas entidades captadoras, evidenciaremos una economía falsa que reparte favores. Una que esconde bajo la alfombra míseras prestaciones en salud, en provisión de habitabilidad, en  educación superior o en garantizar mínimos precios en la canasta básica. Descubriremos un estado escrofuloso, Leviatán parapléjico que delegó sus responsabilidades al mercado acaparador. El mayor temor que viven los chilenos es volver a la pobreza, de la que habían escapado, por la vía del desamparo social.        

En Colombia, objetor de la cuestionable paz diseñada por Santos, el presidente Duque no planteó mejores alfiles que la concesión de ministerios a Uribe. En Defensa, Guillermo Botero, un uribista montarás, incapaz de resolver los temas de seguridad, convirtió la cartera en el arpón de sus sesgadas alucinaciones: continuó los en apariencia habituales bombardeos de población civil que endilgó sin fundamento a los alzados; falseó documentos para sustentar su tesis de la supuesta colaboración entre Venezuela con el ELN e incluso encubrió un asesinato vergonzoso, con todos los elementos de un ajuste de cuentas, en quien fuera Dimar Torres, excombatiente de las FARC, a quien ajustició el ejército extrajudicialmente. Defenestrado, los exabruptos de los uribistas en Interior y Hacienda escandalizan al país que contempla un gobierno obsesionado en vendettas, usufructuando del poder por encima de la ley.

En Chile el Estado está ausente; en Colombia, no es digno de confianza.

La corrupción de las élites, la enajenación del poder, la endeble subsidiaridad social, han dado paso a una protesta de nueva generación, desafecta a liderazgos. La calle en sus manos parió un nuevo soldado, presto a acometer el orden estatuido como a replegarse presuroso a las trincheras del anonimato.

Militancia acéfala, desplazada a trinos del Twitter y otras redes, de razonamiento gástrico, impersonal, visceral. Rechaza la clase política; desconfía de la democracia y sus anexos; ha hecho de la crítica y del nihilismo su única gala.

Este lumpen mayoritario nos encamina al fascismo urbano que predijo Umberto Eco; surgido de la frustración individual o social, a la sazón de crisis y humillaciones políticas, donde los autoexcluidos de la vida política resuelven la ecuación por la única solución que vislumbran: la revolución. No importa cual. Así termine, siempre, entregada a líderes perniciosos, políticos sin significación, outsiders de ideologías ambiguas o partidos sin programa de gobierno, devenidos en club de admiradores y templos de voces canónicas.

No advierte que son precisamente los anchos causes de la democracia la moneda que en su contracara lleva la efigie de la demagogia y del populismo. Posiblemente nadie se lo ha dicho. No digamos estos dirigentes ensimismados, cuyo afán por el poder está justificado en obtenerlo. Peor los otros, los canallas de la granja orweliana donde todos son iguales, pero ellos son más iguales que otros.

La democracia es como la cultura, un bien que se construye día a día; no la recibimos como don gratuito. Requiere trabajo, preparación, experiencia, cultivo personal.         

El desafuero generalizado entre la clase dirigente, mayor que la de los manifestantes, tanto más impune, produce un desencanto que no recae en los protagonistas. Una democracia que no resuelva los conflictos, acabará cuestionando su idoneidad. Si no es instrumento de bienestar y paz social, si se impermeabiliza, se convierte en lo que dice combatir: una mafia.

¹ https://www.youtube.com/watch?v=cQKXbP2tcxA  

² https://theglobalamericans.org/2019/10/the-roots-of-chiles-protests/