POLLA MUNDIALISTA

Ciudadanos, hacernos respetar es la garantía indestructible de vuestros afanes ulteriores por conservar la libertad.

José Gervasio Artigas

¿Confabula el universo para nuestra desgracia? ¿Se alinean los astros para perjudicarnos? ¿Qué prevalece en el cosmos, el orden o el caos? La respuesta que demos desemboca en el conflicto o la teodicea, bien nos asimilemos víctimas del sino o atribuyamos a la voluntad de nuestros actos sus consecuencias.

El Mundial estuvo maravilloso; conserva la receta para cautivarnos cada cuatro años y envolverlo todo. La agenda del mundo está dictada por sus horarios: los legisladores no quieren acudir a las sesiones, los clientes postergan las citas, las reuniones se difieren para mejor ocasión. La ilusión tricolor, los mejores de la primera etapa según los preciosistas del juego, tuvo la frustración primera la noche de Qatar cuando un rebote arrebató el sueño de seguir en la contienda. Aun el error humano tiene plasticidad y belleza; la derrota despide destellos místicos si consagra al favorito de los dioses. Y los dioses del fútbol proclamaron a la Argentina de Messi: benditos sean.

La noción del juego es alegórico diálogo con la divinidad. Nació como expresión que ofrenda propicios nuestros empeños en procura de los favores del cielo. Para ser participantes de la cita emiratí, apostadores de los sesenta y cuatro partidos como ritual secundario de la fiesta ecuménica más grande de la civilización, palpitábamos tras del televisor. Coincidente con las navidades, semejante a ellas, el ecuménico encuentro dio cabida al grande y al chico porque todos tuvieron algo que decir: a llenar las cartillas confluyeron los sabidores de tribuna y quienes nunca la pisaron. Con la Fortuna como hada protectora, la suerte distribuyó sabia y ciega, dones y pequeñas fortunas, como abrazos, como sonrisas.  

Maravilloso por cuanto conserva la magia que asombra, tuvo la grata revelación de Marruecos, la penosa decadencia alemana, agónicas tandas de penales, una fulgurante final…

Esos grandes fabuladores que fueron los griegos cuentan cómo, excluida de la fiesta, Eris tomó venganza en las bodas de Tetis. La veleidad humana hace suyo el castigo o el premio, aderezado con la derrota o el triunfo, en los platillos que sopesan la verdad y lo justo. Los esquemas culturales y lógicos están transversalizados por este triple alineamiento. El triunfo subyuga y, en lugar de asumirlo como consecuencia teleológica lo convertimos en fin: apostamos contra el equipo propio, si en ello hay réditos. Fincar el resultado como objetivo es prerrogativa del espectador.

Las justas deportivas, las hazañas atléticas que enorgullecen a los pueblos, se han convertido en piedra de toque en que validar las ruines actuaciones de la clase política. ¿Por qué la percibimos denigrante si la sometemos al mismo rasero? Por advertirla contaminada de intereses personales. Pero, ¿acaso hay alguna decisión política que podamos sustraer de esos dominios? ¿Qué signo diferenciado contempla el bien común, de existir?

Frente a la convocatoria a referéndum para este febrero, las facciones contestaron con la ideologización que obnubila los hechos: nadie escapa a este común denominador.  

Desde el gobierno, haber encontrado el recurso plebiscitario para ahuyentar los fantasmas del golpe ha sido maná providencial. Los estertores de junio se han evaporado, el viaje a EE.UU. lo tonificó hasta alentar propósitos de reelección. No vayamos a pensar que desvaría; su popularidad creciente a pesar de las recurrentes estridencias carcelarias, se refuerza en encuestas que le auguran una victoria en comicios. Su director de barra (léase propaganda) acusa a la troika PSC-RC-CONAIE haberse aliado con el narcotráfico, promover la impunidad de jueces venales y desoír el clamor por la acuciante inseguridad. “Vota todo sí”, como mudito, coro que repite Carondelet desde aquella convocatoria de Febres Cordero, persigue la aprobación de su gestión, más bien opaca, como todo referéndum.

En la esquina opositora predomina el rechazo sin otra razón. “A Lasso dile no”, también como mudito, sin debate ni basamento. Sobre sus adalides pende el sambenito de diluir los reclamos populares en lodo cenagoso. Gary Espinosa concibe el estado con fantasía pueril y exige, entre altisonantes amenazas, que su cartita de Papá Noel sea satisfecha sin límites. Ayer tres mil, hoy cinco mil, mañana diez mil dólares como cota para los créditos dados de baja, transitan la demagogia para irrumpir en la sapada, su nombre incluido en la veleidosa exoneración.

Iza abona por la tesis gobiernista. Pretende desmantelar la policía que persigue al luchador social en lugar de hacerlo por reiteradas… ¿algazaras? (tan alegre él). Confunde con cinismo paquidérmico delito con persecución política; leyes con revolución; proyecto político con administración pública. Obtuso ideológico, no encuentra para la ola gansteril otro origen que el arribo de Lasso a la primera magistratura. Maniluvio ponciopilatesco, niega la consulta apuntando que ella no podrá transformar el país (no descubre nada), mientras pontifica que solo la oxigenación de la clase política redimirá a la nación, señalando al espejo: él representa esas dos moléculas de oxígeno en nuestro respirador. Mariateguista-leninista, como estrategia se halla empeñado en “acentuar las contradicciones del sistema”, para lo cual precisa desmantelar el estado (¿burgués?), su policía, neutralizar la justicia, permanecer en la pugna, escocer la paz ciudadana…     

La posición del correísmo desconoce el misterio: al morador del ático solo le interesa la impunidad. Su rebaño sin pastor divaga en el etéreo como alma perdida, atónito frente a aquellos ocho acertijos, desbarrando respuestas. La acusación que los vincula con el narcotráfico no rebasa la fustigación de barricada, pero su reacción iracunda y deslavazada constituye confesión de parte cada vez que sus jueces saltan como canguil al sobreseer delincuentes. Porque en su ambición de controlar la judicatura que allane el regreso del reo, montaron el sainete Zafaronni, corro danzante de peleles en torno al poder transado en favores. No los señalen, se delatan solos.

La receta es socialcristiana. Raúl Baca Carbo será recordado por haber declarado que su partido, la ID, gobernaría desde el congreso. Febres Cordero le “hizo un toque” enviando los tanques al Palacio de Justicia, impidiendo la instalación de una corte espuria. Desde entonces quedó claro que controlar la justicia tiene carácter de botín. Nebot lo aprendió: el partido sigue el trazo sinuoso de favorecer ese presupuesto y ondula como veleta al viento que sopla.       

El deporte tiene propósito de llevar las alegrías del triunfo a sus afines. El sentimiento de la felicidad que lo justifica todo, legitima que “cambiemos” de país para alentar a los que cobija otra bandera o condolernos de su fracaso. El propósito del gobierno es mantener la paz, propiciar la dicha de los ciudadanos, resolver sus disputas. Nuestro partido se llama país, se llama democracia, esa hija de la libertad. Todo “si”, todo “no” ofende la ciudadanía, agrede nuestra dignidad. Pensamos solos; gracias.    

No aceptamos la satisfacción de sentidas aspiraciones con diligencia que den lugar a la rapiña. Merecemos paz, seguridad, las que provienen del control público tanto como de las instituciones. A ello ha renunciado la inoperancia de un congreso ensimismado, obsecuente con sus consignas, sordo al pueblo.

En la contienda deportiva, el rival derrotado se elimina, pero la victoria no trasciende. En democracia la tesis que favorece el voto está obligada a respetar las reivindicaciones del oponente. De una cartilla depende el azar. De una papeleta, nuestra voluntad.  

Foto: laaficion.com

Jugamos el partido de la democracia. Que no nos ofendan, no nos agredan: podemos discernir sin ayuda.

Puntuación: 1 de 5.

PERDER LA MADUREZ URBANA

El sabio puede sentarse en un hormiguero, pero sólo el necio se queda sentado en él.

Proverbio chino

26 agosto 2020

Eduardo Villagómez

@Clis7enes

2020 debe pasar a la historia como el año que no existió. Debiera borrarse como año maldito, herético, cuando el hombre perdió lo que lo distingue de otros seres que habitan la Tierra: compartir el espacio público. Quebró su industria y extravió la sensatez: la civilización recula cada vez que desaparece cierta “madurez urbana”, esa memoria de cómo organizar el estado, esa capacidad para proveer, amparar y, sobre todo, proteger. Del espectral virus que no sabemos cuándo atacará ni dónde. De la tentacular corrupción que estrangula. De cómo detenerla, cómo dejar de ser el pueblo corrupto que elige a sus iguales, interroga la esfinge estas elecciones.

En el lecho de muerte del mayor conquistador de occidente, al que no refrenó la geografía sino la concupiscencia de sus estrategos ávidos en disfrutar las riquezas acumuladas, fue preguntado Alejandro quién debía ser el sucesor del imperio forjado por su espada: “El más fuerte”, respondió. No el más inteligente, el más culto o de antecedentes democráticos, inconcebible en el déspota macedónico acostumbrado a convertir caprichos en ley.

Hombres de acción, en lenguaje contemporáneo. Febres Cordero, Bucaram, Correa o Gutiérrez llegaron al solio amparados del apotegma maldito. Francotiradores que a su turno socavaron el vuelo institucional del país y tuvieron la complicidad culposa de una sociedad urgida, complaciente de la corrosiva cadena de perjuicios irrogados al estado entre cienos de malversación, sobreprecios y monipodio. ¿El pueblo es tonto y reincidente? Al efecto, lo somos todos; las urnas nos igualan en el desatino. Ergo, algo dejamos de hacer por emerger de la vorágine que repite, ad nauseam, la sofocante rutina.

Lutero y Erasmo- lahora.gt
FOTO: Lutero y Erasmo; lahora.gt 

Si preguntásemos los contrapuntos que distanciaron a Lutero y Erasmo, podrá parecer culteranismo acendrado. No obstante, los creyentes esgrimen temas de fe oscilantes entre el libre albedrío y el determinismo, entre la interpretación individual y canónica de los libros sagrados, entre la negación y santificación sacramental, entre ser salvos por la fe o por las obras, sin reparo coherente del credo que dicen sostener. Si trasponemos al ejercicio político ocurre igual.

Son pilares de la democracia liberal, entre otros, la libertad irrestricta de prensa, la división de poderes, la independencia de las funciones del estado, la igualdad ante la ley, la sujeción al derecho y, por excelencia, la representatividad. Sin embargo, es habitual elegir a quienes sostienen lo opuesto, que Consultas Populares pronuncien multitudinarias aprobaciones sustitutivas del derecho o supriman autonomías. En los anales de la Patria permanecerá el baldón de haber otorgado a un palurdo como Correa “mandar mano” a la justicia. Se entregó a un ladrón de altares la honra y honor de las familias.

Nunca congreso de la república fue más abyecto como al conceder amnistía a Lucio Gutiérrez y sus pretorianos ignorantones. En democracias agredidas, aventuras de ese jaez conllevan prisión perpetua para los rapaces arribistas que las acometen. Véase en España las condenas a los Armada, Tejero y Milán del Bosch; duélase de la implosión venezolana. Si corrimos otra suerte, la ruleta trocó las tornas años después evidenciando que en manos de la fortuna navega la nación mas no en la construcción y el esfuerzo cotidiano de sus tribunos.        

¡Santa indignación porque el CNE anuncia la asignación presupuestaria para la campaña electoral! Buenos ciudadanos emprenden la cruzada porque se nieguen esos fondos mientras no se satisfagan los sueldos atrasados de los médicos. Plausible celo por el bienestar de aquellos que hacen la primera línea frente a calamidad, pero: ¿advierten el retroceso a campañas autofinanciadas? ¿Tienen consciencia de someterla a la plutocracia? Terciarían Lasso y Noboa por su patrimonio, y el correismo con sus recursos mal habidos. El derecho de todo ciudadano a optar por un cargo de elección pública se limitaría a minúsculos clanes de poder: Atamaint está cumpliendo su deber.

Democracia no es panacea. No cuestiones personales ni estéticas, menos científicas, dirime el voto: las políticas sí. Si la falacia asume a todos los agentes sociales inteligenciados en ella, los políticos desvergonzados embaucan al elector en procura de sus agendas ideológicas. Terrenos donde no existe cultura sino información; de allí que promover dichas agendas priorice la propaganda antes que el debate. Ese el espacio donde los Arroces Verdes no escatimaron en usar recursos públicos y privilegiaron dineros malhadados, transformados en jugosas ganancias.

La civilización evoluciona. Primitivas culturas ajusticiaban a los hacedores de lluvias una vez sus ensalmos fracasaban. En el mundo moderno, reencarnan en ellos mismos,  arte de palingenesia política, y retornan con su discurso melifluo a solicitar el voto al amparo de la desesperanza. Cerrar el paso al robo, los favores concedidos con el dinero ajeno y los perjuicios que como sociedad condenan a las generaciones vivas y venideras es un acto consciente que construye justicia.

Mientras no sean pocos que claman por delincuentes históricos, tipo Pinochet, que provocan a las FF.AA para que asuman el estado, con oportunistas dispuestos al sacrificio, o evoquen el retorno de los taumaturgos, el Ecuador seguirá votando por hacedores de humo que prometen lluvias. La democracia requiere cierto purismo hamletiano: es o no es.

Los personajes que la han malversado están ahí, reconocerlos no es difícil.